Los Oscar son un chiste (hasta que dejan de serlo)

Poca gente sabe bien que es la Academia de artes y ciencias cinematográficas(AMPAS). Groso modo, son los que año con año entregan el Oscar. Más detalladamente, son la organización cultural encargada de promover y gestionar el cine estadounidense. Desde sus medidores de calidad hasta su discurso político. Los Oscar son el evento cinematográfico más importante a nivel mundial, representa no solo una celebración de sí mismo, sino que además son una toma de contacto de los espectadores promedio a un cine de mayor calidad y profundidad temática, incluso más que los festivales de cine. O al menos es lo que pretenden.

La AMPAS en los últimos 90 años ha sido la organización que ha determinado la dirección del cine en todo el mundo. Tanto para aquellos que buscan de forma desesperada ganar su reconocimiento con los famosos Oscar’s bait, hasta aquellos que en una actitud subersiva buscan alejarse de sus canones.  Ganar un Oscar es un gran asunto, sobre todo para las personas, pero los ganadores de uno automáticamente tienen trabajo asegurado dentro de una industria que lo ha considerado el mejor de su año.

Con las películas no es así. No nos importa demasiado si nuestras películas favoritas tienen un Oscar. Es un dato anecdótico, algo que mencionas si le recomiendas “No Country for Old Men” a tus amigos. “Ganó un Oscar”. En esos casos nos importa tanto como que “Pulp Fiction” haya ganado una Palma de Oro. Nuestros gustos tienen validación profesional, nadie pierde la cabeza por eso. Las buenas películas son buenas películas. Es cuando las buenas películas (lo que el espectador, desde su perspectiva personal, subjetiva y amateur considera “buena película) no recibe el reconocimiento que cree que merece. O que el actor que nos guste no lo reciba. Poco se habla de que uno, por no decir el mejor actor de su generación Daniel Day Lewis, ganador de tres premios Oscar, compita este año por un cuarto y ultimo considerando que Phantom Thread será su ultima película. La gente habla de que este año es el de Gary Oldman, o van a romper el internet.

Los Oscar son un chiste. Nadie se toma en serio la premiación. Son solo basura comercial. Frases como esas pueblan la sección de comentarios en publicaciones del tipo “10 grandes películas que merecían el Oscar”. “10 actores que no tienen un Oscar”. Porque cuando no reciben la palmadita en la espalda como diciendo “Hey, tus gustos son válidos” se sienten ofendidos. No miran la foto completa. No entienden de razones. Es cuando se vuelve personal, que resultan con el Ego herido y deja de ser gracioso burlarse de Moonlight.

La AMPAS tiene un sistema de jurado bastante cerrado. Para ser parte de la Academia se necesita una de dos cosas. Haber ganado la estatuilla dorada o recibir la invitación de al menos dos miembros por méritos excepcionales y aportes al cine que serán revisados por un jurado de admisión. Eso solo para lograr ser parte, para ser jurado es mucho más complejo. Para ser juez en, digamos, Mejor Actor (de reparto y protagónico) se necesita haber interpretado al menos tres personajes guionizados y con al menos uno en los últimos cinco años (1,158 jueces en 2017). Para Mejor Director haber dirigido dos películas con al menos una en los últimos cinco años (473 jueces). Y así sucesivamente. Los actores juzgan a los actores. Los directores juzgan a los directores. Profesionales juzgando a los profesionales.

Aproximadamente 6 mil personas deciden quien se lleva la estatuilla. No un puñado de gente rodeando una mesa frotándose las manos porque van a imponer su agenda política. Quienes deciden quien se lleva el Oscar son las personas frente y detrás de la cámara. Votando. No nominando a Get Out, Call me by your name o Lady Bird para quedar bien. Sino porque su criterio (mejor o peor) determinó que es de lo mejor del año. Criterio que puede ser acertado o no, pero que en definitiva es lo suficientemente serio como para hacer rabiar a quienes no están de acuerdo.

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