Teatro: Ciclo de Directoras chilenas: ‘Recuerdos incompletos de un reloj’

El Teatro Camilo Henríquez presenta 'Recuerdos incompletos de un reloj' una obra que estará en cartelera desde el 25 de julio al 03 de agosto.

‘Recuerdos incompletos de un reloj’ es una obra escrita por Cristián Ruiz, con la colaboración del ‘Colectivo La Máquina Teatro’ y dirigida por Coca Duarte, colaboración que no es al azar, pues ésta se enmarca en el Ciclo de nuevas Directoras del Teatro chileno que propone el Teatro Camilo Henríquez.

Nathalie Nicolux – Relatos incompletos de un reloj

Recuerdos incompletos de un reloj, protagonizada por la carismática actriz Nathalie Nicloux, es la tercera obra del Ciclo que reúne a las directoras Stephie y Bastías, Ana Luz Ormazábal y Coca Duarte.

“La obra gira en torno a la vida de Casandra, una actriz que prepara una audición para La Orestiada, y que recibe una carta de su padre que dejó de ver años atrás. En ella, su padre moribundo le pide que vaya a su encuentro en Grecia, repatrie sus restos cuando muera y lleve consigo un viejo reloj. También le revela su horroroso pasado como agente represor durante la dictadura en Chile y cómo escapó del país y de la justicia, perdiéndose por años”.

Dentro de la obra, no hay elementos distractores, todos los objetos sobre el escenario cumplen una función muy importante de acuerdo al propósito de la protagonista. Desde el punto de vista estético, el velo que cuelga detrás, funciona como elemento de contraste entre los pensamientos de la actriz y la puesta en escena.

Sin embargo, la historia cuenta con una sola interlocutora, Nicloux, quien a pesar de asumir múltiples roles en el escenario, logra ir hilvanando un relato conmovedor y dramático, que a ratos se mezclaba con el humor característico de sus interpretaciones. A pesar de que la historia se enmarca en el presente, los recuerdos de Casandra, de su padre y toda la oscuridad que eso le produce, hacen que el viaje emocional de la protagonista vaya mutando entre un pasado tormentoso y una culpa que no le pertenece. Sí, porque tantas veces hemos presenciado en el teatro, interpretaciones dramáticas basadas en acontecimientos de la dictadura, pero de alguna manera, el argumento logra ser original en el momento en que se va notando que se está contando la otra parte de los terribles hechos ocurridos en nuestro país bajo un régimen militar extremadamente violento.

Dentro de los elementos que se pueden rescatar del argumento, encontramos la contraposición de la historia, contada desde la otra vereda, desde aquellas víctimas colaterales de la represión y tortura en la dictadura. Así es como Casandra, hija de un ex agente represor, vive su propio mea culpa cuando va comprendiendo que su padre fue un asesino de Estado y cómo este ‘trabajo’ se convierte en su peor pesadilla, viviendo a escondidas el dolor de crecer sin un padre y a la vez, madurando ideas respecto del daño que causó su progenitor a otras familias tras su promesa de mantener el pacto de silencio.

Estos secretos que no le pertenecen, van causando en la protagonista, sensaciones encontradas, si bien es consciente de que es una víctima, tiene una finalidad mucho mayor, intentar hacer lo correcto después de un largo y tenso viaje por las abrumadoras verdades que va descubriendo.

Respecto de la actuación de Nathalie, una obra de arte, una persona adorable interpretando emociones adversas a través de la personificación de diferentes roles, una tarea nada fácil pero magistralmente llevada a cabo por una actriz que además de ir formulando las ideas en la mente de los espectadores, lograba llenar con extrema intensidad, cada espacio del escenario, apropiándose de nuestras emociones, jugando levemente entre risas y asombros que mantuvieron al público en un ambiente muy cálido y ameno.

La atmósfera de la historia nos invita a la reflexión acerca del argumento mismo, de la narrativa, que en torno a los silencios va buscando respuestas, que desafortunadamente no llegan hasta que Casandra se ve enfrentada a un feroz diálogo con su voz interior. En los momentos de extrema tensión, donde la protagonista logra reflejar su ira de manera tan genuina, el espectador logra desarrollar la empatía a tal punto, de compartir su sufrimiento e impotencia.

Los espectadores fuimos testigos de una lucha interna que nos iba envolviendo en una nebulosa un poco nostálgica pero sobretodo, muy dinámica y flexible, propias de un testimonio tan genuino y por ende contradictorio, extraordinariamente monodramatizado por Nathalie, quien poco a poco nos iba haciendo cómplices de su dolor, sus dudas y sus antagónicos momentos sobre el escenario.

Sin dudas un encuentro fragmentario imperdible que desnuda una historia en reconstrucción, de múltiples lenguajes escénicos entre los que destacan la dramaturgia, la emocionalidad y la búsqueda de una identidad y una voz perdida entre secretos turbios, confusos, indefinidos y encerrados en el silencio eterno de un padre ausente y muerto.

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