Por Daniel Fonseca
Hace un par de meses, como los debates cíclicos del internet tienen por costumbre, se desató una polémica por las declaraciones del director de cine Martin Scorsese en las que catalogaba las películas de superhéroes, especialmente las de Marvel como “no-cine”. Tanto figuras relevantes de Hollywood como cinéfilos de todo el mundo han aprovechado la oportunidad para dar su opinión al respecto. Mientras, Disney continúa haciendo millones con sus estrenos por streaming.
Scorsese tenía razón, claro. No sobre que Thor: Ragnarok o La Liga de la Justicia (ambos cortes) no sean arte. Sus declaraciones y las de muchos otros directores de cine como Francis Ford Coppola no van centradas a las películas en sí mismas, de las cuales por supuesto su opinión no es favorable, sino más bien al “studio system” que Marvel y Disney han establecido. El cine ya no es lo que era y eso es malo, para todos.
La idea detrás de este movimiento contra Disney y el sistema que han creado no es que películas como Avengers: Endgame, The Suicide Squad o la novena entrega de Rápido y Furioso dejen de existir, pues debería existir un espacio para todo tipo de obras y para todo tipo de públicos. El problema es que el Universo Cinematográfico y la franquicia están devorando el séptimo arte en sus niveles más altos. Empezó de forma lenta y paulatina hasta convertirse en una avalancha de secuelas, remakes, re-reversiones y cortes de director.
Podría parecer que la proliferación de películas-franquicias es resultado directo de lo que las audiencias quieren y así lo interpretan las grandes casas productoras. Si bien hay algo de verdad en esto no significa que el gran público solo se entretenga viendo las cinco o seis historias que Hollywood ha contado en los últimos diez años. El espacio creativo para historias medianas y pequeñas se está reduciendo cada día más y los espectadores cada vez tienen menos opciones sobre qué nuevas películas ver en la gran pantalla.
Por su parte, incluso los directores de la película más taquillera de la historia encuentran dificultades en contar sus propias historias fuera del sistema de franquicia. Según palabras del co-director de Endgame, Joe Russo “Incluso nosotros estamos encontrando que es cada vez más difícil mientras pasan los meses -no los años, meses-. Es muy difícil hacer una película más oscura, llevada por personajes complejos. Las cosas no son como hace dos años”.
Naturalmente vivimos en la época en la que más películas se hacen en la historia y si vemos los porcentajes, el cine de superhéroes apenas es una fracción de las películas estrenadas en un año. Sin embargo, su promoción está por todos lados. ¿Cuándo fue la última vez que viste un trailer o poster de una película de la que no tenías ni idea y que te llamó la atención?
Las franquicias se convierten entonces en no solo una nueva película sino en un evento cultural imperdible y las salas estarán completamente ocupadas por estos estrenos, desplazando a las cintas que no se pudieron permitir un marketing igual de grande. Lo que le da la impresión a las productoras que no existe interés en nuevas historias.
El cine de superhéroes es divertido. Las películas de Marvel y de Disney son de gran calidad y disfrutarlas junto a familia y amigos es una experiencia increíble. Pero no deberíamos elegir entre esto y poder disfrutar historias diferentes, más arriesgadas y novedosas. Hubo una época donde podíamos ver al gran blockbuster de Star Wars y una película independiente llamada Rocky.
El declive de un cine diferente no es culpa de los directores, actores y guionistas que ponen su pasión en un gran proyecto que les emociona. No es culpa del espectador, capaz de disfrutar de diferentes estilos y géneros. Y no es culpa de las nuevas mentes creativas, con ideas que desafían lo establecido. Si la franquicia es lo único que tiene espacio en las salas es culpa de las productoras que solo quieren hacer películas si pueden sacar una línea de Funko Pops de ellas.
