El pasaje del alma en L’immensitá de Emanuele Crialese

Non si decide di fare un viaggio come il mio. Si nasce cosi. Non ho ricordi in cui sono stato percepito in modo diverso da come sono oggi. Quindi non c’è scelta al riguardo (…) la scelta è a continuare a credere in te stesso e nel tuo viaggio o morire – Emanuele Crialese


En 1912, Freud escribió Tótem y tabú pensando en el asesinato simbólico del padre como una fantasía infantil universal. Podemos discernir y discutir con Freud, pero, por ahora, subámonos a esta línea para pensar L’immensità (2022). Con L’immensità, Emanuele Crialese realizó una obra autobiográfica que definió como “il passaggio di un’anima: una transizione da uno stato all’altro” [el pasaje de un alma: una transición de un estado al otro].

En el marco de su estreno en la 79 Mostra del Cinema di Venezia, el director afirmó a la prensa: “quella bambina era io” [esa niña era yo], haciendo pública su identidad transgénero y su transición en su juventud más temprana. En la rueda de prensa, Emanuele (Terraferma; Nuovomondo) pidió que su película no sea definida como un coming out, porque, en efecto, no lo es. El film gira en torno a la migración en sentido amplio: de alma, de país, de casa, de familia, de realidad, pero nunca como un coming out. Es decir, ya se está afuera, lo que se busca es el modo de sobrellevar la opresión de una realidad que prohíbe, limita y condena. En general, la crítica se dividió entre sofisticación y mediocridad; se ha dicho también que no se supo llevar la consistencia dramática. Ambas, polaridad y afirmación, me resultan erradas en el caso de L’immensità.

En resumen, para asesinar al padre, en Tótem y Tabú, los hermanos se unen contra el tirano, quien era libre de desear y poseer a todas las mujeres del núcleo familiar. Para que la historia no vuelva a repetirse, se crean los tabúes que niegan la posibilidad del vínculo sexo afectivo entre madres e hijos o hermanes.

Freud establece que de estas prohibiciones nacen nuestras actuales sociedades. Al punto tal que nuestro cerebro censura ciertas instancias, como la de la lactancia, por ejemplo. La cosa va un poco así: al comienzo, la criatura no se siente separada de la madre como ser autónomo, funcionan como una unidad. En esta etapa no hay necesidad de pelear por el amor de la madre porque (teóricamente) ya se lo tiene (a estas alturas no es necesario que aclaremos que una madre/padre no está obligade a amar a sus hijes, ¿no?), no hay cuestionamiento. En la etapa que Freud determina como incestuosa, dicha unidad se resquebraja cuando comienza a existir una percepción autónoma del yo: la madre es un otro con sus propios deseos y necesidades, y debemos pelear por su amor, defenderlo, conquistarlo (decimos “madre” pero estamos pensando en cualquier otra persona que ocupe ese rol en la crianza).

Esta es una película que habla sobre el deseo, sobre el deseo transmutado. Es Adriana (Luana Giuliani) siendo Adri, es Clara (Penélope Cruz) incendiando la casa: incendiando la institución familiar, es la música como puente hacia las fantasías, es el mar como posibilidad infinita, como juego de roles. Abandonemos el reduccionismo pensando a una obra cinematográfica en términos de buena o mala. El film se suma a una larga lista de películas italianas que hablan sobre los vínculos entre madres/padres/progenitores e hijxs sin tantas limitaciones éticas y morales que la condicionen. Naturalmente, es una narrativa que no hace eje en la identidad trans de Adri, sino que es abordado como un tema más dentro de las líneas dramáticas del guion. Además, la película es contada desde la subjetividad de Adri y de las infancias en general, concediéndole la medida justa desde esta óptica y no desde otra.

Dentro del núcleo familiar, el padre ejerce la violencia patriarcal de una clásica familia italiana de los 70, un poder opresor sin matices: es violento por derecho histórico, viola a su esposa, embaraza a otras mujeres, se niega a la separación (a pesar de que no haya más nada entre ambos) y se desliga por completo de la crianza de sus tres hijxs. Enfáticamente, Adri odia a su padre y alimenta el amor por su madre.

En la película, Adriana es Adri. Un personaje no binario en medio de una sociedad conservadora. Adri no reconoce los mandatos del género femenino como propios y habita en una masculinidad trans con total naturalidad: nunca pone en duda su propio self. Sin embargo, va a chocar contra la mirada del padre, las preguntas de las tías, el miedo a la calle… pero, contará también con el apoyo de les hermanes (a pesar de su incomprensión) y, sobre todo, con el refugio y el amor de la madre, de una madre bella, bellísima. Adri tiene 12 años y, como es sabido, no sabe qué hacer con ninguna de estas interpelaciones.

L’immensità es la transmutación del deseo al ritmo de Rafaella Carrà y Patty Pravo. En este sentido, Adri trasmuta el deseo incestuoso (que representa la unión con la madre) hacia la vecina, una inmigrante gitana que vive en un asentamiento a las afueras de Roma. Este punto tampoco es casual, dado que Clara también es inmigrante, venida de una España errática y franquista. Esta suplantación del deseo (en términos freudianos) implica abandonar las cosas conocidas y comenzar a vivir su propio camino, otro de los conocidos estadíos del complejo edípico.

En el medio, a la vista de los otros, Clara se está volviendo loca. La interpretación de Penélope Cruz es fundamental para que ésta no sea una película más. Su personaje se vuelve disidencia en una sociedad enferma y ocultista. Pero no es locura sino desesperación y soledad de quién observa, empatiza e intenta proyectar un futuro dentro de un sistema que insiste sedimentar sobre bases podridas hace tiempo. Es vigilada y castigada, enviada a rehabilitarse y vuelta a la una “normalidad” en la que puede encontrarse con cualquier final antes de los créditos.

L’immensità es una película bella que quedará como testimonio ficcional de una biografía. No será LA revelación del año, pero tiene un hermoso registro y una excelente ambientación. Logra descentralizar la atención sobre la transición de Adri, la cual es trabajada como un aspecto más que gira junto a otras complejidades familiares sobre pasajes e identidades, cosa poco frecuente en películas con personajes disidentes como protagónicos. Una película que rompe con el “siempre fue así” y acerca una realidad que no acostumbramos a ver como espectadores en la pantalla grande.

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