Eddie Vedder, el crooner del grunge lanzará nuevo disco

Se acerca el nuevo material en solitario del líder de Pearl Jam y no podemos hacer otra cosa más que revisitar su carrera para calmar las ansias.

Eddie Vedder lanza ‘Long Way’ y anuncia el lanzamiento de nuevo disco ‘Earthling’

Por Tomas Pelaia

Una ligera lección de historia

El camino de Eddie Vedder desde la ciudad de Evaston, en Illinois, hasta el liderazgo de Pearl Jam comenzó allá a inicios de los noventa, cuando aún trabajaba como playero en una estación de servicio de San Diego.

Tras la muerte de Andy Wood, y durante la grabación del disco en su honor (“Temple of the Dog”, 1990), Stone Gossard, junto a Jeff Ament y Mike McCready, grabaron un demo de cinco temas instrumentales con la intención de agenciarse cantante y baterista para un nuevo proyecto. El cassette contenía las maquetas de los temas que luego serían “Once”, “Footsteps”, “Alive”, “Black” y “Alone”.

El demo terminó en manos de Jack Irons, ex-baterista de los Red Hot Chili Peppers, que lo acercó a un amigo con el que jugaba al básquet, Eddie Vedder. El resto de la historia se maneja sola: Eddie agregó letras para tres de las canciones del demo y se ganó su puesto en Pearl Jam (que en un primer momento se llamó Mookie Blaylock). Como en una suerte de balance cósmico, y porque en el rock pareciera quedar todo encerrado en un hermoso nepotismo, Jack Irons, que consiguió que Pearl Jam abriera como telonero de los Chili Peppers en la gira de 1991, acabó siendo baterista de la banda oriunda de Seattle, con quienes grabaría “Vitalogy”, “No Code” y “Yield”.

La mística detrás del personaje

La escena under del grunge, que había quedado dolida con la muerte de Andy Wood, tuvo que reacomodarse, mezclar y dar de nuevo. En el acto se despachó con una de las figuras más notorias y supervivientes del movimiento. De las piezas del tablero, la de Vedder es la única en pie; Layne Staley, de Alice In Chains, falleció en el 2002; Kurt Cobain en 1994; y Chris Cornell en 2017. Es cuestión de que pasen algunos años, porque por alguna razón somos temerosos de entronizar a aquellos demasiado jóvenes, para que tengamos que referirnos a Vedder como una de las leyendas del grunge.

La foto que se nos repite en la cabeza es la del Eddie de “Ten”: el ilógicamente lógico escalador que se colgaba de los armazones del escenario a quince metros de altura. El niño enfurecido que miraba a cámara con la cara desencajada. El que se lanzaba, contra cualquier mandato de la sensatez que no fuera el momento, a una pileta de gente de 60.000 personas en el Pinkpop de 1992. El que emergía con la remera rasgada y continuaba cantando como podía; se había dejado los pulmones en el campo, pero sacaba la voz de algún otro lado. El que hacía malabares sobre un taburete en el unplugged de Mtv mientras se cargaba los brazos con la consigna del “Pro-Choice”. Es, sin duda, una foto eléctrica, sincera. Saturada de movimiento, de energía. Intensa, oscura y luminosa a la vez, e inmensamente dolida con el pasado.

Pero a la vez, política, reflexiva y solidaria. Con el paso de los años asistimos a la maduración de un personaje que la vorágine comercial de los noventa nos quiso vender como rebeldía barata. Es eso lo que pasaba generalmente en la época: cualquier figura que despertara las pasiones juveniles o desafiara de alguna forma lo establecido, se ganaba automáticamente la persecución de los sectores más conservadores y la ridiculización de los medios; así como se lo hicieron a Cobain, se lo hicieron a Eddie Vedder. La banda incurrió en intereses que sobrepasaban lo comercial y Pearl Jam acabó atravesando el fin de milenio envuelto en una disputa con el gigante de la distribución de entradas, Ticketmaster, empresa que se encargó de boicotear buena parte de la gira que el grupo había planeado por norteamérica.

En 2007 lanzó la banda sonora de “Into the Wild”, película dirigida por Sean Penn y basada en el libro homónimo que Jon Krakauer dedicó a los célebres viajes de Chris McCandless entre 1990 y 1992. Es allí donde se pudo avistar, quizás por primera vez, a un Vedder puro. El álbum estaba cargado de temas sencillos y complejos a la vez, que nos ilustraban que había más de una faceta dentro del camaleónico niño-estrella de los noventa: se requería una sensibilidad particular para componer las canciones del disco, y Eddie Vedder hacía gala de una habilidad que pocos músicos de la edad del grunge habían desbloqueado: madurar. El Eddie de “Into the Wild” no era el mismo que el de “Ten”, y nosotros tampoco.

“Backspacer”, el disco que Pearl Jam editó en 2009, hizo más por la banda de lo que cabría suponer en un principio. Cimentó el sonido que habían ido desarrollado a partir de “Binaural” y, junto a la película “Twenty” de Cameron Crowe, acabó por cerrar la turbulenta era de ajuste y resignificación que implicó el nuevo milenio (proceso del que no muchas bandas supervivientes de los noventa supieron llevar a cabo). El grupo alcanzó una estabilidad que permitió a varios miembros de la banda volcarse en proyectos personales.

El de Eddie Vedder fue “Ukulele Songs”, de 2011: un disco en el que la voz quedó a solas con la pureza lúdica del ukelele y en el que Vedder brilló en su nueva faceta de crooner. El álbum hizo equilibrio entre composiciones suaves, por momentos maniáticas, y arreglos vocales que recordaban a Leonard Cohen. Con “Ukulele Songs” Vedder acabó por consagrarse como uno de los artistas más influyentes de su época.

Es aquella la mística mixtura, la del carpe diem y el cuidado (tras la tragedia en el recital de Roskilde, en el 2000, la banda reformuló el inicio y el final de sus presentaciones), la que lleva a la banda a cerrar los recitales como lo hace: con la fiesta extasiada de “Blood” o “Alive” y algún que otro cover a The Who, pero finalmente con “Indifference”, como hiciera en Argentina en 2015; con explosión y entrega, sí, pero también con introspección y consagración a uno mismo. Es por estas cosas que Pearl Jam y Eddie Vedder resultan así de atrayentes: viven la música en el lugar donde nosotros, en la combinación de la contradicción humana. Escuchamos la batería de emociones cruzadas, el estallido y la reflexión, y nos sorprendemos al ver que hay lugar, dentro nuestro, para ambas.

“Earthling” y lo nuevo de Vedder

Hubo suerte en 2020 y nos despachamos con un disco de Pearl Jam (“Gigaton”) y con un EP de Vedder llamado “Matter of Time” que cayeron casi del cielo a ablandar la parte más cerrada de la pandemia.

Hace un par de semanas, Vedder lanzó “Long Way”, el primer sencillo de un disco próximo que se encamina a llamarse “Earthling”. La canción profundiza en la dirección reflexiva en la que se encamina “Matter of Time” y se apoya principalmente en la voz, con una base musical moderada que da lugar a Vedder de brillar en mensaje. El futuro, pareciera, cuanto más deseado, más lento se nos acerca: el nuevo material no tiene fecha de salida aun, pero será editado a través del sello discográfico Seattle Surf/Republic, con quienes Vedder lanzó el EP de 2020.

Hasta entonces, nos queda enloquecer de ansias, repasar la batería musical que nos ha dejado Pearl Jam y, claro, acudir a la banda sonora de “Flag Day” (2021), la nueva película de Sean Penn, en la que el director vuelve a combinar fuerzas con Vedder; con “Into the Wild” como referencia, sabemos que estamos en buenas manos.

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