El Legado del Diablo (Hereditary): Ain’t no rest for the wicked

Como ya es costumbre en los festivales de cine y los medios que los cubren, cuando una película causa cierto revuelo se le cataloga automáticamente de “la película más terrorífica del año” o se relata cómo, durante sus proyecciones tempranas, los espectadores salían de las salas siendo incapaces de manejar el miedo. Hereditary, incluso envuelta en su misticismo y hype, no decepciona. Es una de las mejores películas de terror de los últimos años y es un titulo que se gana por méritos propios y basados en entender cómo hacer un buen film de terror que sí de miedo: Haciendo una buena película y dejando que la mente de espectador le dé la forma de sus propias pesadillas los espejismos vistos en pantalla.

Cintas como estas dan la oportunidad perfecta para hablar del terror moderno. Hereditary trabaja con los tropos y clichés más clásicos, pero utiliza su tono y una maravillosa edición para deconstruirlos y subvertirlos. Justo como la mítica El Resplandor, Hereditary es un drama familiar con el tópico de la casa embrujada. Al igual que en la película de Kubrick aquí el director se decide por espacios amplios y angulosos, lo que permite al director explorar nuevas formas clásicas de asustar a su público. En vez de provocar miedo al espectador por medio de jumpscares, se decide por sugerir en vez de mostrar.  Convierte la trágica y perturbadora historia de la familia en algo tan espantoso como lo que se ve y lo que se intuye.

Logra mezclar a la perfección el thriller psicológico, el drama familiar y los pecados generacionales con toda la imaginería pagana y las figuras inquietantes. Se salta las normas de la falsa sensación de seguridad y entra con todo, para que el espectador en todo momento sepa que algo terrible está pasando, pero sin entender bien el qué y logrando un aura asfixiante que hace que la ansiedad in crescendo explote en la cara de su público.

Pero nada de esto hubiera sido posible sin las brillantes actuaciones de la debutante Milly Shapiro y de Toni Collete quien, si la Academia no se deja llevar por sus prejuicios al género, debería recibir una merecidísima nominación a Mejor Actriz. El trabajo de ambas logra algo que las horromovies adolecen: convertir a sus personajes en seres reales, sintientes, con miedos, pasiones y motivaciones. Nos interesamos en los personajes y sus vidas tanto como en El Resplandor u otro famosísimo drama de horror como El sexto sentido, en vez de convertirlas en simples recursos para torturar y deleitar al espectador que busque reacciones fáciles.

Hereditary no es una película fácil de digerir. Es para aquellos que gusten de pasarlo mal. Lo que explica, en parte, el porqué de sus criticas tan polarizadas. Pero es, en definitiva, la prueba viviente de que a manos de productoras indie como A24 nuevas voces se están alzando no para volver al terror clásico sino para crear uno moderno, necesario y perturbador; la clase de cine que, cuando las luces se encienden, nos deja alerta a lo que podría estar arrastrándose entre las sombras.

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