Película ‘Bruna Surfistinha’: otra perspectiva sobre el Trabajo Sexual

Bruna es una trabajadora sexual, cuyas experiencias son retratadas en 'Bruna Surfistinha' una historia real, llamativa y sujeta al análisis.

La película ‘Bruna Surfistinha’ (2011), relata una historia real, basada en la vida de Raquel Pacheco, una joven mujer que decide abandonar sus estudios y familia para dedicarse al trabajo sexual.

Protagonizada por la aclamada actriz brasileña Deborah Secco, la cinta, que da un recorrido por las experiencias sexuales de Bruna, nombre que adopta Raquel al iniciarse en el mundo de la prostitución, sale de lo que habitualmente vemos en las películas que retratan el trabajo sexual. En esta adaptación, vemos una realidad que pocas veces se comenta, los quehaceres de una mujer que trabaja con su cuerpo, y que vende una fantasía a quienes quieran pagar por contenido erótico.

En sí, la película logra captar la atención del espectador porque está muy bien hecha. Las tomas, los ángulos de cámara, las locaciones y las interpretaciones por supuesto, características de las producciones brasileñas, merecen todos los aplausos. Deborah se sumerge en el rol de una manera tan realista, que su rostro logra transmitir el cansancio, el sudor, la soledad, la dicha y la desilusión en cada momento. Es tal el nivel narrativo y escénico, que no deja espacio para dudas ni secretos, la oscuridad está ahí, la suciedad y la violencia también, toda una transformación a través de la pantalla.

De alguna manera, resulta que Raquel no tenía necesidades económicas, como ella misma describe. Raquel es una mujer joven que vive con una familia dedicada que la adoptó, de buenos ingresos, va a una escuela particular y vive en una casa cómoda. Entonces cualquiera se podría preguntar, ¿por qué recurrió a ese tipo de trabajo, tan denigrante?, por supuesto, si imponemos a la historia un juicio moral.

A lo largo de la película, y gracias a la magistral actuación de Deborah, nos vamos dando cuenta que en realidad ella eligió ese trabajo, no fue impuesto ni una segunda opción. Bruna se aleja de su familia con una finalidad específica, misma finalidad que aparece al principio de la cinta, donde se ve a la protagonista, grabarse en internet para ofrecer su capital erótico y eso la hace sentir cómoda.

El trabajo de Bruna y de todas las trabajadoras sexuales, consiste en la explotación del capital erótico propio. La prostitución proporciona al cliente (en su mayoría hombres), la posibilidad de vivir un encuentro, sea o no de contacto físico, con fines masturbatorios y de satisfacción sexual, en donde se puede incluir la realización de fantasías, fetiches, etc. Que no necesariamente deriva en un vínculo afectivo.

El trabajo sexual es performativo, es decir, es una puesta en escena, como Bruna lo describe en la película, es el cliente el que propone sus condiciones, siempre y cuando la persona que ofrece el servicio esté de acuerdo. Además, las personas que contratan servicios sexuales, lo hacen por una satisfacción personal, muchas de ellas son personas introvertidas, con necesidad de conversar con alguien u otras corporalidades, personas a las que se les ha privado socialmente del placer sexual, como personas en alguna situación de discapacidad, personas con dificultades para relacionarse con los demás, e incluso personas mayores.

En la película podemos ver cómo todo tipo de clientes llegan a compartir la cama de Bruna, en busca de sexo, ya sea coito o no, pues el momento sexual no sólo puede resumirse a la penetración, y a su vez, existen múltiples formas de satisfacer sexualmente a las múltiples identidades, cuerpos, pensamientos y deseos que hay en el mundo.

Sin embargo, y siendo enfática, en ‘Bruna Surfistinha’ también se muestra una cara poco amigable de la prostitución, aquello que tiene que ver con las condiciones laborales y con el consumo problemático y adicción a las drogas.

Si bien el filme sigue a una joven que no teme utilizar su cuerpo como medio de trabajo, bajo sus propias convicciones e intereses, al mismo tiempo deja al descubierto una serie de vacíos en torno a este tipo de prácticas irregularizadas.

Por una parte se muestra el proxenetismo que existe en la clandestinidad, donde en el burdel, la persona que ‘’contrata’’ a las chicas les facilita insumos, un lugar para vivir y trabajar, implementos necesarios pero también, lucra con el trabajo de otras, cobrando más de la mitad de las ganancias a cada una. Esto sucede aún en la realidad, miles de mujeres se enfrentan a malos tratos en la clandestinidad a causa de los abusos de poder que puede ejercer la persona a cargo del negocio, pues no existe una regularización ni de las condiciones laborales, ni de las ganancias, seguridad, mantención. Esto es violento, y es una violencia que logra reflejar la cinta, de manera muy veraz pues, la actriz no sólo vive los beneficios de su abultada economía, sino que también está sujeta a eventuales abusos sexuales o violencia física.

Esto se podría explicar gracias al imaginario colectivo y a la cultura patriarcal de dominación masculina, presente en todo orden de cosas y por supuesto, también en la pornografía, forma casera de instruirse e iniciarse en la sexualidad, donde los patrones simbólicos se reproducen, posicionando al hombre como el ente regulador del acto sexual.

Por otro lado, en la película también se muestra el consumo de drogas, a veces para resistir la extenuante jornada laboral y lo desgastante que es para el cuerpo mantener varios actos sexuales diarios. Otras veces por costumbres adquiridas, se van formando adicciones que derivan en crisis, robos, sobre endeudamiento, pérdida de redes de apoyo y sobredosis.

Una realidad lamentable pero actual, la cual no es  diferente a las muchas otras ocasiones en la vida donde una persona podría desarrollar un consumo problemático de alcohol o drogas, al estar sometido al estrés, ansiedad, sobrecarga laboral, etc.

En resumen, la película nos invita a reflexionar sobre el trabajo sexual y lo que conlleva mantener una vida en torno al trabajo sexual, por elección propia y quizás por eso esta película causó tanto revuelo, porque aún existe el estigma y prejuicio en torno al tema del sexo, en general. Y no sólo del sexo, sino de la liberación y libertad sexual del cuerpo de la mujer, ya no sujeto a moralidades ni segundas lecturas, ahora sin tabúes ni nebulosas, ahora desnudo.

El trabajo sexual en Chile no es ilegal y no se puede hablar de abolición por una razón muy simple: siempre ha existido, y los juicios morales no pesan lo suficiente como para cesar la demanda, les invito a verla.

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