Argentina 1 – España 0: Reflexiones sobre la película ‘Argentina, 1985’

La arqueóloga, Elisabeth Conlin, nos regala una reflexión sobre el reciente estreno 'Argentina, 1985', que ya está disponible en Prime Video.

Argentina 1985 remueve, y te remueve, como ha de ser. Para mí, lo hace de manera positiva, como una bocanada de aire fresco que me renueve la esperanza en la capacidad de los seres humanos de lograr el bien, que buena falta hace en estos momentos tan amenazantes y convulsos.

En esta obra se resaltan dos principios, que a estas alturas de la vida son de los más valorados por mí: justicia y democracia. Para que haya justicia es fundamental que sigamos creyendo en los absolutos, en los hechos verdaderos y en la existencia de valores morales universales que nos guíen. Sin justicia no habrá democracias sanas que nos unan, sino que acabaremos cayendo en manos de necios-hambrientos-de- necedad.

Como decía, viendo la proyección de Argentina 1985, me fueron surgiendo una mezcla de sentimientos contradictorios. Por un lado, estaba la emoción rompedora del triunfo del derecho civil y de la justicia obtenido a favor de las víctimas militares en Argentina –una sola nación, pero un gran paso para la humanidad– que se iba diluyendo en una sensación de victoria efímera, dada la situación actual del país, donde la vida de mayoría de los argentinos se ha convertido en una condena de Sísifo.

Pero más grande es mi pesar cuando comparo esta victoria de la justicia argentina, este intento de resarcir en lo posible a las víctimas de la violencia militar, con los hechos paralelos de la España del siglo XX. Semejante momentazo social, bofetón moral a la cúpula o exposición a la luz de la violencia gratuita y del sadismo masculino –ejercidos con bendición apostólica– no lo hemos tenido jamás, o al menos, no con tanta repercusión. Al contrario, fuimos encomendados a seguir callando y a ocultar en lo posible los hechos históricos. Quizás por eso, ahora en este país se oye cantar a jóvenes energúmenos cosas como “Volvamos al 36”. ¿En serio hay que tolerar esto? Si traemos al caso las sabias palabras de Heine: donde se queman libros se terminan quemando también a personas, el resultado será que: quienes cantan “Volvamos al 36” terminan fusilando. Ni más ni menos. ¿Acaso pensáis que el tiempo de los milicos ha acabado para siempre? La democracia siempre está en peligro.

Mientras escucho el relato de las víctimas de la violencia militar en Argentina, me asaltan las voces de las de acá. Oigo los llantos que salen de un camión parado en la puerta del cementerio. Son mujeres que gritan y lloran, tapándose la cabeza con sus delantales, porque saben que en cuanto bajen de ahí –usando una silla de enea que alguien gentilmente les acomodó– serán fusiladas sin piedad por no haber delatado a sus familiares fugitivos. A ellas no las encontramos, no pudimos silenciar esos llantos que llegan hasta aquí. A otros sí, las manos atadas por detrás con alambre, los huesos destrozados, acompañados de un ajuar formado por casquillos de Mauser. Quisieron borrar su memoria, pero sus esqueletos cuentan las torturas; sus pertenencias describen su singularidad, señalando, además, las prisas que se dieron los verdugos en asesinarlos: la llave de casa, un sonajero, la tabaquera, unas botas nuevas, un puñado de alfileres en la muñeca, un penique inglés… Se podría decir que, dada la tardanza en iniciar este proceso, trabajamos con un “montón de espejos rotos” para reconstruir su memoria, la memoria de este país. Por eso: Argentina 1 – España 0.

Pese a estas remociones oscuras, me sale a flote una sensación de esperanza, de confianza. Gracias Argentina 1985. Aún estamos a tiempo de poder cambiar las cosas. Dejémonos de tantos selfies, de tanta preocupación narcisista, y enfoquemos el objetivo hacia lo que verdaderamente importa: nuestra interrelación con los demás seres humanos, nuestros derechos y libertades comunes, y nuestro único querido planeta habitable.

El futuro es el territorio que poseemos en común todas las personas. Cuidémoslo.

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