Madres paralelas: mil y una maneras de amar de Pedro Almodóvar

Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, fue la elegida para cerrar el 36º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

La última obra de Pedro Almodóvar fue la elegida para la clausura del MdQ Film Fest llevándose los aplausos de una sala llena. La trama de la película viene a contradecir su titulación: Madres paralelas nos cuenta la historia de dos gestantes que se encuentran en la habitación de un hospital a punto de parir. Ese aparente paralelismo de historias sobre maternidad termina mezclándose, generando una ruptura osadísima al mejor estilo de Pedro; es decir: las historias “paralelas” de maternidad terminan siendo transversales, atravesándose la una a la otra sin posibilidad de distanciamiento. Pero esto ya lo imaginamos porque es Almodóvar. Las escenas transcurren y nosotros nos dejamos llevar por el hechizo de Penélope Cruz, quien engrandece el film. El co-protagónico interpretado por Milena Smit, si bien acompaña, no termina por solidificarse y se pierde frente a la interpretación del protagónico. Por su parte, Pedro, nos regala guiños, mostrándonos planos en donde Cruz realiza las mismas acciones que en películas anteriores y que, a nosotros (los almodovarianos), nos llenan de regocijo. Lo mismo sucede con la composición y los colores, que sigue dejándonos maravillados desde hace varias décadas.

La trama central se enriquece de una subtrama que acaba por tomar presencia en las escenas finales, dejando un mensaje político muy fuerte y concreto sobre la memoria histórica y la identidad. Pedro decide pararse en uno de los lados de la historia y exige las exhumaciones de fosas comunes creadas durante el franquismo y las investigaciones pertinentes sobre los asesinatos de los restos en sus interiores (El Deseo produjo el documental El silencio de otros). No es cosa menor, ya que España (todos lo sabemos) está dividida en relación a estos debates: por un lado, quienes siguen la línea de los franquistas y proponen “no revolver el pasado” y, por otro, quienes necesitan recuperar los restos de sus familiares, llorarlos y saber cómo se construye su identidad política y biológica a partir de la historia de sus ancestros. Una reparación histórica que (como bien dice una línea de diálogo) hasta que no se concrete, la guerra no habrá terminado.

Las madres, las luchas, las búsquedas, las historias y los amores, se cruzan dejando un profundo mensaje que abraza a las ideas sobre las identidades en sentido amplio. Un trabajo que Almodóvar viene cultivando desde hace ya mucho tiempo (Volver; La mala educación; La piel que habito; Todo sobre mi madre; Julieta; Dolor y Gloria; etc.), poniendo en debate a la institución familiar, desarrollando historias de familias disidentes, naturalizando la infinita cantidad de maneras de vincularse familiarmente y sexo-afectivamente con un otro, matizando el biologicismo crónico con el que hemos crecido.  Y en este sentido, Madres no va a generarle simpatía a quienes esperan simplemente un drama sobre la maternidad. Pedro nos trae un vínculo sexo-afectivo entre una mujer adulta (Penélope) y una joven que acaba de cumplir dieciocho (Milena). Lo más radical de este vínculo son los motivos (o las pulsiones) que llevan a los personajes a estar juntas. Si bien desde la perspectiva de la joven puede estar relacionado a sus  mommy issues  u otro profundo deseo sexual, en el caso del personaje de Penélope, la entrega tiene una complejidad muy diferente. Pero no desarrollaremos (al menos por ahora) este punto para no spoilear la película. Muchas veces las personas traducimos emociones o sentimientos que nos son difíciles de decodificar y terminamos por accionar como podemos… terminamos por entregarnos a eso que nos enciende por dentro y que, probablemente, llamaremos amor. La cosa es que las expresiones de amor, desde todos los puntos de vista, encuentran representaciones en necesarias y maravillosas escenas dentro del film.

Madres paralelas viene a preguntarnos: ¿qué hace que una película sea una buena película? Sin dudas, Madres lo tiene todo y, sin embargo, algo falla (¿algo falla?). No es el timing, no es la estética, el guión ni las interpretaciones… Es algo que sucede en la primera mitad del film que nos predispone a hacer un esfuerzo por meternos en la trama, algo que deja secuelas. Al comienzo los diálogos se sienten forzados, hasta pareciera que se les dificulta pronunciarlos. Más adelante, éste punto compone y nos relajamos, sobre todo ante el ingreso de Rossy de Palma, quien merecía más aparición. Sin embargo todo esto no la hace una mala película, al contrario. Porque a pesar de lo dicho, Madres… nos hace salir de la sala con una lanza clavada en el pecho y bajo una atmósfera silenciosa, que no explicamos. Después de todo, eso y sólo eso es el cine. Probablemente no sea la mejor película de Almodóvar; no creo que eso importe mucho. Madres paralelas es fiel a las historias de los personajes, a las expresiones de deseo y de dolor, todo lo demás poco importa.

Por Carla Duimovich Nigro

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