The Big Tall Wish
Bolie Jackson es un boxeador de poca monta y con pocos amigos, entre ellos, un pequeño niño de nombre Henry Temple que le admira. Es tanta la admiración que el jovencito decide darle uno de sus enormes deseos (de ahí el nombre del episodio): que su amigo gane la pelea esa noche.
Sin embargo, Jackson ve esto como una cosa de niños y no le hace caso, aun cuando la madre del muchacho le cuenta sobre un suceso extraño donde su hijo pidió por quince dólares que ella necesitaba, y unos días después alguien le dio dicho monto.
Antes de la pelea, Bollie se pelea con uno de sus apostadores y termina dando un puñetazo a la pared de cemento y se quiebra varios dedos. Eso, no obstante, no le detiene y se va a la batalla donde es noqueado, pero cuando estaba a punto de perder, milagrosamente el deseo de Henry se vuelve realidad y su oponente es quien termina en el suelo en su lugar. ¿Fue un milagro o coincidencia?
Un caso de poca fe…
El impacto de este episodio fue más allá de su mensaje o moraleja, pero en el elenco en sí. Y es que, aunque hoy en día es común ver personas afroamericanas en la televisión y el cine, para ese entonces en los primeros meses de los 60s, era algo prácticamente insólito. Aunque no creo que Serling trataba de venderse como un progresista ni nada de ello, este episodio revolucionó e hizo sus pequeños momentos históricos en la televisión, más allá de la ciencia ficción. Esto se repetiría no una, sino tres veces.
En lo que al capítulo en sí se refiere, el mismo nos demuestra hasta qué punto puede llegar el escepticismo del ser humano, el cual incluso cuando tiene evidencia que los milagros existen, se niega a creerlos y prefiere perderlo todo y caer en la misma miseria antes de dar su brazo a torcer. Un sentimiento que es exactamente como el mismo Rod Serling llamó en su narración final: “extraña y perversa.”
La cautela en exceso es igual a miedo, y la lógica y desconfianza al extremo es ignorancia.
